martes, 21 de febrero de 2012

Ciana y Escilias de Sicione

En el año 460 a. de C. el historiador griego Heródoto relata la historia del buceador griego Escilias de Sicione y su hija Ciana, los cuales trabajaban como expertos buceadores  a las órdenes del rey persa Jerjes I, en la recuperación de tesoros en un barco hundido. Cuando acabaron el trabajo, el rey persa los retuvo contra su voluntad. Una noche de tormenta, aprovechando un descuido de los guardianes, los dos buceadores griegos se lanzaron al mar, y bucearon hasta llegar donde estaba amarrada las naves persas. Escilias sacó su cuquillo y cortó las cuerdas, dejando a la deriva los barcos que acabaron estrellándose contra los arrecifes.
Ciana y Escilias escaparon nadando hasta  Artemisus, a nueve millas de distancia.
Como reconocimiento a su hazaña, se erigieron sendas estatuas de oro en Delfos, y según cuenta la historia, el emperador Nerón, en uno de sus viajes por tierras de Grecia, se quedó prendado de la belleza de la estatua de Ciana, la cual se llevó secretamente a Roma. Se dice que la estatua conocida como la Venus de Esquilo no es otra que la bella buceadora griega Ciana.
Ciana y Escilias de Sicione